Los ladridos me delataban. No
unos ladridos de perro grande, sino más bien de chihuahua enrabietado. Eran dos,
y lo que más miedo me dio fue darme
cuenta de que no sólo me ladraban a mí...
Una hora de integración salvando las
tomas en que pasaron aviones. Es lo malo de la zona, y de que el aeropuerto de Málaga
tenga mucho ajetreo.
La casa de los ladridos |
No es la primera vez que retrato este cortijo abandonado. A la luz
de la Luna el misterio se desvanece y aunque las sombras jueguen a las figuras, el miedo se diluye.
La casa de los ladridos II |
No hay comentarios:
Publicar un comentario